
Cómo hacer un concurso de Diseño Gráfico y por qué no hacerlo (II)
Así pues, ¿cómo obtener servicios profesionales de diseño?
Contrate un diseñador
Empiece a construir por los cimientos: si quiere diseñar, contrate un diseñador y dialoguen. Hágalo incluso antes de formular qué es lo que quiere, porque puede que lo que usted quiera (pongamos por caso un calendario) no sea el producto que mejor responde a su deseo de comunicación visual. Situar estas cuestiones al principio del proceso permitirá al diseñador alinearse con los propósitos que le está indicando y ayudarle a considerar todas las cuestiones antes de actuar, lo que acabará ahorrándole tiempo y dinero a cambio de una inversión inicial.
Pero ¿qué diseñador?
Muchos clientes recurren a la experiencia de sus contactos personales para obtener una recomendación, otros acuden a publicaciones especializadas o a los premiados en concursos de diseño, también puede buscar empresas de diseño gráfico en su localidad. Si no se siente seguro para contratar un diseñador concreto, acuda a la asociación de diseñadores que tenga más a mano, donde le proporcionarán una buena relación de excelentes profesionales, e incluso criterios para elegir el que le convenga.
Elegir un buen diseñador no es distinto de elegir cualquier otro proveedor de servicios. Entrevístese con varios sin la presión de un proyecto concreto o, por el contrario haga un pequeño encargo que le comprometa poco dinero y valore la experiencia. Pida presupuestos, es posible que no pueda o no quiera pagar la minuta del profesional más caro del mercado, pero puede haber otros excelentes a un precio menor. Ahora bien, tenga clara esta gran verdad: nadie regala nada realmente valioso y, en diseño más que en ningún campo, una inversión inicial oportuna garantiza unos costes posteriores menores.
Concursos ineludibles
Cierto es que, en algunos casos, determinada legislación obliga a una institución pública a convocar un concurso entre varios profesionales (a veces un número limitado y en otras ocasiones tantos como quieran concurrir) para contratar una sola empresa que realice un diseño. Esto es algo habitual que, sin embargo, implica algunas limitaciones.
Como he planteado anteriormente, no debemos presuponer que el funcionario encargado de redactar los pliegos de condiciones que definen el producto que se contrata sea experto en contratar diseño. En este punto la asistencia de un diseñador profesional podría garantizar la formulación de un programa de necesidades suficientemente concreto para que los que concurren se atenga a los deseos o necesidades del cliente, y suficientemente abierto para permitir al profesional adjudicatario poner en juego sus mejores recursos.
Frecuentemente los concursos para contratos públicos pivotan excesiva o exclusivamente en el precio, o a la hora de adjudicarlos se atiende sólo a este aspecto por incapacidad de valorar otros formulados de manera tan imprecisa como «creatividad». Además, el exceso de celo en la salvaguarda del anonimato impuesto en la mayoría de los casos, impide a los profesionales el acceso a las personas o equipos que tienen la iniciativa y posteriormente tendrán la decisión en sus manos, con el fin de aclarar cuestiones de cierto calado o realizar contrapropuestas. También en este aspecto el asesoramiento o la mediación de un profesional puede ser muy pertinente.
Por otra parte, es habitual que un concurso para un proyecto de diseño que haya sido definido sin contar con profesionales del diseño y no se desee que su adjudicación se realice por cuestiones únicamente de precio, traspase la línea de pedir la realización especulativa de trabajo no remunerado, es decir, que los profesionales, con la esperanza de lograr un contrato, presenten gratuitamente imágenes y memorias justificativas cuya realización requiere invertir tiempo, dinero y conocimiento, y que suplirán parcialmente la carencia de fundamentación en la definición de la convocatoria.
Un cliente público muy conocido se jacta de contratar con muchos diseñadores distintos, cuando lo que ocurre es que la desvalorización raya el insulto y nadie que valore su propio trabajo diseña para él dos veces.
Esto es contraproducente para todas las partes por las peculiaridades de los proyectos de diseño, en los que las fases iniciales de un desarrollo constituyen una parte muy significativa del volumen total de trabajo e influyen notablemente en la obtención de un buen resultado al final del proceso. Al no remunerarse, el convocante se condena a la obtención de trabajos que nunca estarán a la altura de los que se obtendría a cambio de un precio, y obliga a los diseñadores a realizar trabajo especulativo, lo que constituye una forma de explotación.
El argumento «presentarse es libre», expresa el colmo del desentendimiento: ¿no debería usted procurar los mejores recursos para su proyecto?, ¿realmente le da igual quién se presente?
Por estas razones resulta muy aconsejable contar con profesionales del diseño en las primeras fases de la definición de los proyectos que van a contratarse mediante adjudicación directa o mediante concurso. Como no es frecuente que haya diseñadores en las administraciones, puede formarse a los responsables en contratación y gestión del diseño, puede recabarse la asistencia técnica de profesionales en estas fases o pueden concertarse convenios de colaboración con asociaciones profesionales que formen, asesoren e incluso medien en la contratación.
Luego está la cuestión de la adjudicación. En muchas ocasiones, el segundo criterio después del precio es el gusto personal del miembro más relevante del jurado o el resultado de la votación del conjunto de los mismos, según su gusto estético. En los casos más extremos de desvalorización del trabajo de los profesionales, se somete la decisión a votación popular, equiparando toda la formación y experiencia de los diseñadores con el criterio descomprometido de personas anónimas que pueden votar cuantas veces quieran a través de las redes sociales. La única forma de evitar este despropósito sería incorporar a la decisión el criterio cualificado de profesionales solventes, que bien podrían proceder de las asociaciones profesionales.
Frecuentemente la votación popular es un escudo para eludir la responsabilidad del convocante, lo que revela su falta de compromiso con su propio proyecto.
Concursos restringidos y remunerados
A estas alturas ya hemos ido situando el sinsentido que supone convocar concursos en los que se obtienen múltiples diseños gratis. La alternativa lógica es remunerar las propuestas para asegurar la mayor calidad de las mismas.
Convoque a un número de profesionales. Usualmente tres son más que suficientes para asegurar el éxito del resultado. Además, pagar un número excesivo de propuestas puede significar dispersar los recursos económicos disponibles, especialmente si de entre las propuestas ha de desarrollarse posteriormente una por un precio adicional.
¿Cómo seleccionar los diseñadores?. Pida que la asociación de diseñadores de su comunidad le presente una terna elegida por un procedimiento interno. Esto le ahorrará tiempo y dinero y sin duda tendrá tres buenos profesionales o empresas a quienes plantear su proyecto. Otra alternativa, si quiere elegir entre muchos diseñadores, es realizar una «llamada a proyecto», solicitando públicamente que profesionales y empresas de diseño presenten su candidatura mediante un porfolio y una memoria que justifiquen su idoneidad para la realización del trabajo en cuestión. De entre los presentados elija los tres que considere idóneos y encárgueles una propuesta por un precio.
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El alcance de las propuestas puede ser completo (desarrollo de la totalidad del proyecto) si es que se dispone de recursos abundantes. Se obtendrán así tres diseños terminados que deberá pagar para aplicar el que se considere oportuno y hacer con los otros dos lo que quiera (dentro de la ley). Pero lo más normal será que se desee obtener un solo diseño completo, en cuyo caso deberá acotarse el alcance de las propuestas iniciales asignándoles previamente un precio proporcional a su nivel de desarrollo.
En algunos casos hemos asesorado a instituciones que, habiendo convocado a tres diseñadores, han asignado un 20% de los recursos económicos disponibles a repartir entre las dos propuestas no seleccionadas, y el 80% para el desarrollo completo de la propuesta elegida. En otras ocasiones se ha asignado un 25% a cada una de las propuestas (que debían desarrollarse completamente), reservando un 25% adicional para incentivar la excelencia de la propuesta elegida para utilizarse.
Hemos hablado de porcentajes pero ¿qué precio es razonable para un proyecto determinado?. Lamento comunicarle que, dentro de unos límites, sí hay una correspondencia entre precio y calidad, aunque esta no sea lineal. Si recaba la colaboración de un diseñador para orientar las fases iniciales, él le indicará una cuantía económica oportuna a partir de la cual puede desarrollarse un determinado proyecto. También puede acudir a su asociación profesional de diseñadores preferida, donde le indicarán probablemente una horquilla. La ley no permite establecer precios, lo que abre de par en par la puerta al intrusismo y a la especulación, pero en la mayoría de los casos obtendrá exactamente lo que pague.
Este modelo de concurso restringido y remunerado garantiza la valoración de los diseñadores y permite obtener propuestas de mejor calidad para el cliente, pero tiene una limitación económica: se están pagando diseños que no van a usarse. Este es el precio de valorar el trabajo, comprometerse con el propio resultado y tener varias propuestas entre las que elegir. En mano del cliente está ahorrarse una parte de ese trabajo y dinero y contratar directamente un profesional de su confianza, por un precio más generoso, que la mayoría de las veces en la mejor opción para obtener un resultado óptimo.
[continúa]