Buenas prácticas en la contratación de Servicios de Diseño

En esta década, de la mano de la caída de los precios y de la fuerte reducción de la demanda motivada por la reducción del gasto público en un contexto económico desfavorable, hemos visto degradarse la calidad media de las piezas de comunicación visual. Parte de la responsabilidad es de aquellos profesionales que reducen sus honorarios aceptando ofrecer un trabajo mediocre por un precio insuficiente con la esperanza de subsistir, camino que reconozco haber recorrido para encontrar sólo desvalorización personal del propio trabajo, y desvalorización social de la actividad de diseñar. 

Siempre que utilice el término «diseñador» me estaré refiriendo a empresas y profesionales que realizan servicios de Diseño, independientemente de su género, análogamente a cómo que el nombre de AGA abarca el panorama completo.

Otra parte de la responsabilidad reside en quien contrata servicios de diseño. Por razones obvias, cuando una empresa o institución se dispone a comprar cualquier producto o servicio, estudia la oferta disponible, compara opciones, valora la relación calidad/prestaciones/precio, verifica la solvencia de los proveedores y la solidez de sus garantías, y estima la relación entre inversión inicial y coste de mantenimiento. Si no lo hace así, a nadie le extraña que a posteriori haya de lamentarse, lo que resulta especialmente problemático cuando manifiesta haber administrado irresponsablemente los recursos públicos. 

Conviene aclarar que este artículo está escrito desde la experiencia asturiana de un diseñador asturiano. Es posible que algunos análisis y propuestas no sean extrapolables a otros lugares o a otros ámbitos del Diseño distintos del gráfico.

Por esto resulta doloroso que frecuentemente disculpemos la falta de rigor en la contratación del diseño gráfico por parte de los clientes públicos achacándolo al «desconocimiento» y responsabilizándonos los diseñadores por no haber sabido transmitir el valor de nuestro saber hacer. El desconocimiento existe, y es persistente en quien contrata porque el resultado fallido no suele resultar flagrante, circunstancia que se aprovecha para eludir la responsabilidad hasta que se produce un fallo ineludible, en cuyo caso se tiende a la justificación. Y así nunca avanzamos. 

Pero el conocimiento es exigible, al menos cuando hablamos del sector público. No es justificable obrar con desconocimiento del objeto ni omitir el necesario asesoramiento o asistencia técnica que garantice su validez; y la única explicación que podemos encontrar a este proceder, es la pretensión de que, en materia de diseño gráfico, todas las personas por el hecho de haber nacido tienen conocimiento innato sobre esta disciplina. 

Como quiera que cinco años de formación reglada y oficial y veinticinco años de experiencia profesional contradicen tal pretensión, y a la luz de la experiencia de tantas empresas e instituciones que invierten en buen diseño con excelentes resultados, deberíamos exigir que los responsables de contratar servicios de diseño tengan los conocimientos necesarios para gestionarlo y/o recurran a los profesionales cualificados para garantizarlo. 

Y cuando se cometa un error, se señale y se subsane, ingenua solicitud que hará que se esboce más de una sonrisa y, sin duda, se levante más de una ceja. 

Puede parecer que pinto un panorama desolador, pero prevalece en mi el agradecimiento a los profesionales y clientes que usan bien el diseño, conscientes de su valor económico, social y cultural. Por supuesto, no es mi intención decir una palabra definitiva, sino más bien suscitar un diálogo.

Podríamos pensar que los empresarios o entidades privadas, al contrario que las instituciones públicas, son muy dueñas de tirar su dinero invirtiendo en mal diseño, pero también tiene una responsabilidad social. Más allá de exigirles mínimos como pagar sus impuestos y obrar según la ley, deben ser conscientes de su contribución a la cultura visual y de la comunicación de nuestra sociedad y procurar que sea positiva. 

En cualquier caso una cosa es clara: de la misma manera que formular la pregunta errónea es el camino más directo a la obtención de la respuesta equivocada, un mal planteamiento en la contratación de servicios de diseño puede casi garantizar un resultado fallido. 

[continúa]